Ukulelista por la cuarentena

Ukulelista por la cuarentena.

Desde que tengo uso de memoria he tenido una gran pasión por la música: Admiro a esas personas que con sus manos y su corazón pueden crear sonidos mágicos, capaces de quedarse en la memoria de las personas.

Desafortunadamente no tuve ese talento para la música, así que me limité durante mucho tiempo a admirarla, a disfrutarla tratando de olvidar el hecho de que realmente intenté aprender a tocar algún instrumento para acompañar mi voz y con ello expresarme. Y vaya que lo traté: desde el básico pandero en la iglesia, de donde me sacaban porque no podía seguir el ritmo; la flauta dulce en secundaria, la guitarra en universidad…

…Y finalmente me rendí, “la música es el talento que Dios no me dio”, decía con pesimismo. Hasta estos tiempos, donde soy madre de dos hijos, esposa, y docente de preparatoria.

Un buen día en mi trabajo escuché a varios alumnos con guitarras tocando una canción de los Enanitos Verdes y pensé: Qué bien se oyen. Me acerqué a ellos y los felicité, ya estando ahí noté entre sus instrumentos uno muy particular.

-“Y esa guitarrita?” les dije

-”Es un ukulele, maestra, por qué no lo intenta?”

De principio me negué, después de todo “la música es el don que Dios no me dio”. Me retiré a mis clases y me olvidé de ello. A mediados del mes de marzo nos informaron de la pandemia de COVID-19 y que nos enviarían un mes de cuarentena; “Vaya, un mes, necesito hacer algo durante ese tiempo”. No me tomó mucho tiempo decidirlo, consulté una página de ventas por internet y decidí buscar un ukulele, algo sencillo y económico “por si no puedo tocarlo, no me duela tanto el gasto”, pensé.

Cuando lo tuve en mis manos, no supe que hacer: sabía que debía afinarse, pero no tenía idea de como hacerlo. Así que busqué a mis alumnos, y ellos encantados me mostraron como se afina. Y comenzó la cuarentena: Sin mucha fe hice lo que en mis tiempos de universidad intentando aprender guitarra, entrar a YouTube y ver tutoriales de ukulele.

Dos días después: Grabé la canción Let it Be de The Beatles con mi teléfono celular. Estaba sorprendida, muy entusiasmada de haber logrado tocar algo, simple, pero lo había hecho sin maestros, solo con mi computadora y con un ukulele. Así es, la persona cuyo talento negado por Dios se estaba revelando. Aún con mi trabajo de docente en casa, mis hijos, mis labores del hogar, tomaba un rato de mi día y practicaba. Fue así como a las dos semanas ya había dominado los acordes mayores y una parte de los menores, mis dedos dejaban de doler al pisar las cuerdas y mi rasgueo por fin sonaba hermoso. Para entonces, hice mi siguiente adquisición: Un ukulele fender soprano.

Al día de hoy tengo cuatro ukuleles. Amo el sonido, la alegría que irradia, inmediatamente me alegra el día y me recuerda a cada momento que nada es imposible, que hasta para una persona sin talento musical, como yo. Existe un instrumento sencillo, que con su pequeño cuerpo y sus cuatro cuerdas fue capaz de cambiar mi mundo.

Adriana González M