Aloha, me llamo Luis Ildefonso, soy de Culiacán, Sinaloa, y aquí mi breve relato de cómo el Uku me cambió la vida…
Antes de conocerlo, fui más guitarrista: tocando por allá y tocando por acá.
Toqué por mi ciudad en muchas partes: en bares, restaurantes, fiestas e incluso en el transporte público. Mi guitarra se convirtió en mi buena aliada. De pronto, un amigo mío llegó con un Ukulele a una reunión y se me hizo muy curioso y simpático el instrumento, con un sonido muy suave y agradable, cómodo de sostener. Por cuestiones prácticas, cambié la guitarra por el Ukulele para tocar en la calle, estaba más a gusto y sonaba bonito también.
Rápidamente me encariñé con el instrumento: lo tocaba todos los días, siempre tratando de explorar cada vez más sus sonidos, sus distintas formas de tocarse.
Al despertar por las mañanas, lo primero que hacía era tomar el Ukulele y tocar. Durante las tardes siempre también lo hacía. Al anochecer y acostarme, me lo llevaba a la cama y tocaba y tocaba… Cuando me daba sueño lo colocaba en una mesita en una esquina; cuando dormir me era difícil, lo volvía a agarrar para que su sonido me relajara (lo sigo haciendo). El Ukulele me tenía ya encantado.
Mi ciudad, tan hermosa como es, llena de lugares mágicos, de gente amigable y de calidad, de comida deliciosa, también tiene su lado obscuro. Lamentablemente mucha violencia. Eso nunca me pasó desapercibido, y realmente me entristecía que, habiendo tantas cosas positivas y tanta virtud en esta tierra, la violencia nos estuviera marcando como seres humanos, y peor aún, que estuviera llegando hasta los niños y jóvenes.
Fue en este pensamiento que decidí poner mi enfoque:
las nuevas generaciones necesitaban algo en que fijar su atención, algo en que poner su energía y tiempo. Algo que los hiciera crecer, imaginar, que pusiera a volar su creatividad, que los transformara positivamente. Y qué mejor que el instrumento que ya había provocado en mí todo lo antes mencionado: el gran Uku.
Entonces decidí crear un proyecto: “Orquestas de Ukulele”. Lo presenté en una institución educativa, lo aceptaron, y el camino por guiar a las nuevas generaciones a través de la música con el Ukulele, había comenzado.
El propósito siempre ha sido que, a través del Ukulele y su música, los niños crezcan sabiendo que son capaces de crear algo de valor, de aprender y de conocerse más a sí mismos, de fortalecer su confianza y que reconozcan el valor que tiene el aportar algo positivo a la sociedad, tanto para ellos en su crecimiento, como para su entorno.
El Ukulele transformó mi vida. Hoy soy fundador de “Keiki Pono”, escuela de Ukulele para niñas(os), jóvenes y adultos. Me siento feliz enseñando y transmitiendo mi amor por el Uke, compartiendo música y experiencias con personas de muchas partes de México e incluso de otros países. Contento de saber que las personas sí encuentran medicina en el Ukulele, y les sirve incluso como terapia. Que los niños y niñas encuentran en él un compañero, una herramienta, diversión, sensibilidad, aprendizaje y crecimiento. Pura salud y vida. El Ukulele sí transforma para bien a quien le da una oportunidad. MAHALO!
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